miércoles, octubre 05, 2005

Hablemos de vinos


Este fin de semana fue de vinos. En el cumpleaños de Loui, nos dimos tiempo de probar algunos, mexicanos, españoles y franceses. Me quedo con el mexicanísimo LA Cetto Nebbiolo. Una experiencia que me permite comentar con ustedes algunas reflexiones sobre este asunto de los vinos y la manera en que los mexicanos nos aproximamos a su conocimiento.

Yo creo que, de unos quince años a la fecha, la relevancia en el consumo de vino en México se ha venido fortaleciendo. Aunque nuestro país tiene una herencia milenaria en el manejo y consumo de bebidas fermentadas, -desde el pulque, los tepaches, los vinos de fruta y la actual y sofisticada industria vinícola mexicana- la realidad es que, en el rubro del vino... somos más cerveceros, a pesar de que aquí se producen algunos caldos de lo más destacado en un escenario competitivo que domina Francia, España, Australia, Argentina, Chile y Estados Unidos. Así es.

Pero los vinos mexicanos recuperan terreno. Recordemos que esa bebida fue introducida en la Nueva España por los conquistadores... hace, casi, cinco siglos. Como el terreno pródigo de este territorio permitió la rápida adaptación de las cepas de la vid que los conquistadores -y, muy seguramente, los piadosos frailes de la época- trajeron a América, muy pronto se estableció una competencia contra los productores y acaparadores de la península, por lo que el cultivo de la uva y su beneficio fueron prohibidos en esta sufrida tierra nuestra.

Y así, la historia de los vinos mexicanos comienza a reescribirse gracias a la pasión empresarial de notables casas en en el norte y el noroeste de México, donde se lleva a cabo un prodigio que hoy conocemos como el vino mexicano.

Pruébelo. Sin prejuicios y sin ese aferrado chauvinismo al que, a veces, somos tan afectos. Pero, ¿cómo aproximarse a estos placeres? Sin mayores pretensiones que disfrutar de un producto bien hecho, sometido a rigurosos controles de calidad y tratado con una infinita paciencia.

Los supermercados, que venden grandes volúmenes, son lugares indicados para aproximarse al vino. Compre una o dos botellas, trátelas con cariño. Adquiera un buen sacacorchos -el de camarero, que posee una pequeña navaja, una palanca y el sacacorchos, propiamente, es la elección de los conocedores, aunque hay otros, muy buenos, que simplifican el trabajo de manera notable-. En un espacio de su casa, busque un recoveco oscuro, seco y fresco, y coloque sus botellas de manera horizontal. Y aprenda. Lea las etiquetas, identifique la denominación de origen -el lugar de donde proviene el vino- y la uva con la que fue elaborado. Actualmente, muchos de los grandes diarios que circulan en nuestro país presentan suplementos dominicales donde podemos acercarnos al conocimiento de los especialistas, como ocurre en la columna de Rodolfo Gerschman que cada viernes aparece en el diario Reforma. Compre también un buen juego de copas para vino. Las de Crisa, mexicanas también, son un buen arranque

Pero, sobre todo, intente descubrir que el vino es cultura, es buena conversación, es maridaje espléndido con la gastronomía de toda la vida. Y es una celebración de las cosas buenas que la humanidad produce.

Sea con tintos, blancos, rosados o cavas, ¡salud!


Aldrin Lenin Gómez Manzanares