lunes, marzo 21, 2005

Volver a Bucareli


Pocas cosas en la vida tienen un significado tan abstracto -por su simplicidad- como sentarse a la mesa de un bar tradicional -esas de formaica súper resistente- y tomarse una Pacífico frente a un plato de queso fresco y pata de res a la vinagreta.

Eso ofrece, escencialmente, el Bar Bucareli, contiguo al Relox, que se ha convertido una referencia decente y fresca en las tardes calurosas de esta canícula amenazante. El servicio, parco, sencillo y eficiente, ofrece una somera carta donde predominan las cervezas y licores nacionales. No hay gato por liebre, el Bar Bucareli es un buen lugar para una sopa de fideos y una ración de verdolagas con cerdo que dignifican a una cantina por encima de los excesos o las limitaciones atroces de esta ciudad magnífica.

Basta, por ejemplo, avanzar unas cuadras, rumbo a la Reforma, para darse cuenta que, en cuestión de cantinas, también hay clases. Y me abstengo de comentarios en contra de esta respetable taberna, pero la verdad es que lo mejor del sitio son las fotografías de la vieja calle de Bucareli. Y nada más.

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