miércoles, marzo 01, 2006

Cuadernos de Viaje III. Más de remedios poblanos


¡Ninguna como La Cantina de los Remedios! Ya se que esta expresión puede parece un exceso, pero, de veras: el ambiente de La Cantina... (La original, la de la Avenida Juárez, en la amada Puebla de los Ángeles-de Zaragoza) es inigualable y en esta transición febrero-marzo me di un tiempecillo para ir con mi admirado Daniel Velázquez, amigo, conocedor y prestigiado nutriólogo, a dar una vuelta por el feudo de La Paz.

La Cantina de los Remedios de Puebla no se parece a sus clones defeños de Tíber e Insurgentes: aquí, se trata de un espacio amable, dominado por una barra impresionante que mide 18 metros de largo, según nos confirmó el mesero.

Decorada con motivos mexicanos -del mexican kitsch, si se quiere- Los Remedios son una institución en la vida cotidiana de los visitadores de bares en Puebla: buen servicio, precios justos, buena comida -no deben perderse los deliciosos cacahuates tostados con ajo y chile de árbol, que ofrecen regularmente- y un ambiente idóneo para las lágrimas: las de alegría, las que produce el condimento picoso de un platillo, o las que se derraman, eventualmente, cuando el recuerdo emerge del fondo de un caballito de Cuervo Tradicional -mi preferido, ciertamente-.

En La Cantina de los Remedios es posible cantar, bailar, conversar sin mucho esfuerzo y disfrutar de un ambiente relajado en el que predominan los grupos de amigas y amigos. Como toda cantina que se precie, los parroquianos pierden su status apenas cruzando la puerta de entrada, y el lugar se convierte en un gran salón de camaradas, donde la belleza, el buen humor y las anécdotas siempre tienen un lugar.

Conozco el lugar desde hace varios años y, debo decirlo, siempre me parece renovado y fresco. Acaso, será, que La Cantina de los Remedios se ha convertido en referencia inegable para este escribidor: punto de partida, fin de ciclo, lugar de celebraciones... como la que ayer, a finales de febrero, compartió conmigo Daniel. Bendiciones que la vida nos entrega cada vez que creemos en ella. Y la Cantina es eso: un lugar para creer. (foto, jorgecarvallo.com)


Aldrin Lenin Gómez-Manzanares

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